sábado, 3 de marzo de 2012

A mis tres tesoros.


Te pusieron en mis brazos, en ese momento sentí que todo mi mundo giraba alrededor de ti, tan dependiente y con esa avidez de protección, desde mi vanidad te me antojaste totalmente mío/a.
Después, cuando crecías te caías y te levantabas, te veía luchar por tu independencia y me alegraba.
Más tarde vinieron tus preguntas, tus amigos y tus juegos en los que ya yo no entraba, pero me alegraba.
Tus primeras salidas sin mi, tus primeros secretos y mentirijillas, yo seguía confiando en ti, pero sabía que mi "trabajo" no estaba aún terminado, porque todavía me necesitabas. Tus estudios, tu primer trabajo, tu primera relación "seria", ¡Cómo lo disfruté!, cuando íbamos los dos contigo y tu pareja a cenar para conocerle, qué ternura...
Ahora, cuando recuerdo, revivo todo aquel tiempo maravilloso en el que eras un poco dependiente todavía.
Pero, es ahora, cuando sé que eres capaz de sobrevivir a cualquier situación, que manejas el timón de tu destino, es ahora cuando puedo felicitarme, porque la verdadera finalidad de aquel acto de acogerte en mis brazos y disfrutar de tu dependencia, tenía como meta justamente esta que ocurre hoy, que no me necesites, que sigas tu camino como tú lo deseas, te he visto caer y levantarte, llorar, sufrir y volver a reír, callar por no contar, por no causar dolor...y sé que eres fuerte, resistente porque tu base es sólida, aquélla que empezó en el momento en que supe que venías y empecé a quererte...
¿No es este el mayor orgullo que puede sentir una madre?