lunes, 26 de septiembre de 2016

Honestidad.




Apenas 25 años, sola, con su bebé clamando por la vida dentro de ella. Cogió el teléfono y llamó, al otro lado una voz masculina un poco cantarina, le daba una cita para optar por el trabajo de traductora que la llevaría lejos de todo lo conocido, el trabajo que le permitiría tener a su bebé sin que los cotilleos le alcanzaran. Eran malos tiempos para una madre soltera.

Cuando la puerta se abrió, apareció Leo, un hombre mayor para ella, con una sonrisa abierta y gentil. Él la miró estupefacto, le gustó desde el primer momento, no era para menos, Alina era una mujer bella, su embarazo, apenas perceptible, le había añadido una vulnerabilidad a la que era difícil resistirse, si a ello añadíamos su casi desesperada situación, ante él apareció como la princesa que había que rescatar de las fauces de un monstruo. 

El empleo fue para ella. Aparte del sueldo, se le facilitaba apartamento y prácticamente manutención, ya que aquel millonario la necesitaba continuamente en sus diversas visitas a abogados, notarios y demás burocracias necesarias para su situación, que no era otra que establecerse lejos de sus empresas y empezar una nueva vida después de haber sido víctima de un amago de infarto debido a su mucho estrés.

En uno de los almuerzos él fue directo al grano, le dijo que quería ocuparse de todo lo concerniente a ella, que se estaba enamorando y creía que podrían tener una buena vida en común junto con el bebé. Al principio a Alina no le pareció mal la idea, aunque no estaba enamorada de Leo, sí que le parecía atractivo en muchos aspectos, el principal era su desahogo económico, ( No le gustaba engañarse a sí misma).

Aquella relación fue prosperando especialmente en lo que al trabajo se refería, ella le ayudó muchísimo en el desarrollo de sus planes, trabajando con ahínco para conseguir objetivos. Él compró un restaurante y una discoteca que dieron gran auge a aquel pueblecito hasta entonces bastante aburrido, ella se implicaba en todo como si de sus propios negocios se tratara. 

Dió a luz a su hija y él le regaló el anillo de brillantes más fabuloso que había visto en su vida. Cuando volvió a casa de la clínica, tuvo la agradable sorpresa de encontrar que también se había preocupado de conseguir una joven que la ayudaría con la pequeña. Todo aquello hubiera sido maravilloso y podría haberlo aceptado si no hubiera sido por el descubrimiento de la debilidad de Leo por las mujeres. 

Trató de convencerse a sí misma de que no podía darle la importancia que le daba si ni siquiera estaba enamorada de él, que para ella y su hija aquella situación era una ventaja frente a lo que significaría dejarlo todo y volver a empezar desde cero, sola. Pero su dignidad pudo más, se armó de valor y un buen día, hizo las maletas y con su hija de seis meses partió en busca de la vida que ella pensó que se merecía.

En una palabra, tomó una decisión, lo que vendría después son otras historias, pero vivir en contra de sí misma era algo que no estaba dispuesta a aceptar. Al marcharse sintió una especie de liberación, un sentimiento difícil de transmitir, un estado de ánimo que la hacía volver a ser la mujer libre que siempre había sido, capaz de enfrentarse a cualquier vicisitud. Un retorno a la plenitud personal que valía la pena.


domingo, 18 de septiembre de 2016

Astucia de abuelita.




La niña no comía. De ninguna manera, no le gustaba nada, además estaba muy delgada. Su madre, la abuela de la pequeña, insistía en que le diera una copita de Quina San Clemente, que eso era inofensivo, que abría el apetito. Ella insistía en que con seis años no se debe ingerir ni una gota de alcohol, que no, la llevaría al pediatra y consultaría con él, pensaba que Eva no estaba bien alimentada y le preocupaba la situación. El médico le dijo que no se preocupara, que simplemente le diera de comer lo que la niña deseara y que ya comería de todo cuando fuera creciendo.

Llegaron las Navidades, el día de Reyes acudieron a casa de la abuela como era la costumbre, verían qué les habían dejado sus majestades en aquella casa. En el zapato de Eva habían muchos regalitos, pero a su madre, el que más le llamó la atención fue la botella de Quina San Clemente con un cartel que rezaba: "Para ti, Eva. Debes tomarte una copita cada día y verás que bonita te pondrás." Firmado: Melchor, Gaspar y Baltasar.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Historia de un corto romance.



    
Le vio desde la terraza, ella estaba sentada tomándose un refresco, él pasó con su Alfa deportivo, llamó inmediatamente su atención por su gran atractivo, pasó como una ráfaga. Ella había llegado el día anterior, quería comenzar una nueva vida lejos de todo lo conocido hasta entonces, estaba inmersa en un sentimiento de libertad como desde hacía mucho tiempo no sentía. Allí en una terraza de Marbella mirando al mar, se sintió la más importante al mismo tiempo que la más insignificante, pero le gustaba.

Tenía que encontrar un trabajo pronto, pues sus ahorros no le iban a durar siempre, le habían comentado que en Puerto Banús habían muchos negocios y quizá habría algo, ahora que empezaba la época vacacional. En un autobús  se dirigió a ese destino, cuando llegó le deslumbró el lugar, los barcos, los cochazos, las tiendas, los restaurantes, en un pequeño muelle de nada habían construido el imperio del lujo. Curiosa, comenzó a recorrer las dos únicas calles de que se componía aquel famoso destino turístico. 

Entró en una boutique, "Enrico II" se llamaba y estaba en la calle de atrás, enseguida se dirigió a ella Enrico, el dueño, mejor dicho uno de los socios dueños de la tienda, le dijo que buscaba trabajo, en ese momento ellos no necesitaban a nadie, pero su amigo Jousef, tenía una tienda en el paseo justo delante del muelle, pegado al Restaurante Antonio, le llamaría diciéndole que ella iba hacia allí, al salir, notó que la miraban insistentemente, era él, el chico guapo del Alfa, era el socio de Enrico, se llamaba también Enrico, los presentaron, una corriente de simpatía fluyó casi de inmediato entre ellos. Quedaron en que les comunicaría si tenía éxito con Jousef, se despidió alegremente.

Funcionó, Jousef era un libanés de lo más simpático, casado con una danesa, tenían dos afganos preciosos a la entrada de la tienda que le daba un aire de lo más distinguido. El lunes siguiente estaba trabajando de dependienta en aquella tienda donde iba lo mas surtido de la jet set marbellí. Justo al lado, separado por unos setos estaba el restaurante mas solicitado y enfrente unos yates que quitaban el hipo. 

Una noche, cuando casi había terminado el guapo Enrico pasó a verla, le preguntó si le apetecería cenar con él y su socio, fueron a un italiano allí mismo, la mujer del otro Enrico era un encanto, pasaron una velada genial. Como ella vivía en las afueras, Enrico la llevó a casa en su Alfa, cuando llegaron se despidieron con un beso apasionado.

La historia de amor entre ellos fue creciendo, aquel hombre era un encanto, la ayudó a encontrar un apartamento, la invitaba a eventos a los que ella ni en sueños hubiera imaginado asistir, una noche, cenando en un yate, eran las dos de la madrugada, ella bostezó, lo que fue para Enrico una muestra del desinterés de ella hacia toda aquella superficialidad, le acercó la boca a su oreja y le comentó cariñosamente que solo una mujer como ella era capaz de aburrirse en semejante ocasión, lo que pareció fascinarle al italiano sexy.

Así siguieron unos meses, fiestas, excursiones, todo era idílico, hasta aquel fatídico día. Estaban en el Marbella Club, bailaban, cuando de repente se les acercó la furia hecha mujer morena y pequeña, sin mediar palabra, en medio de la pista de baile y a la vista de todos, le echó violentamente el contenido de un vaso de whisky en la cara de Enrico, él, con una tranquilidad pasmosa y una media sonrisa en su cara, la miró y dijo - Te presento a Charo -

Comenzaron una acalorada discusión, una señora que resultó ser una marquesa que vivía en Marbella la cogió de la mano, muy amablemente la apartó de aquella pelea y en su coche la llevó a su casa, comentándole que aquello se iba a complicar y que no seria bueno para ella permanecer allí, para sí misma pensó que probablemente aquella escena no era la primera vez que sucedía, no entendía demasiado qué había pasado.

A la mañana siguiente, Enrico la esperaba por fuera de su apartamento, la invitó a desayunar, le contó su tormentosa historia con Charo, ella lo había ayudado hacía tiempo, habían tenido una relación y pensaba que él era de su propiedad, era una mujer muy rica e influyente en aquella zona y, en realidad él se sentía en cierto modo en deuda con ella.

Enrico le confesó también que los últimos meses pasados con ella, sin aquella mujer rondando, eran lo más bonito que había vivido en años, pero que ahora que había vuelto le iba a ser muy difícil seguir con la relación, que él no la merecía y por eso era mejor dejarlo, él no podía ofrecerle lo que una chica como ella esperaba de la vida, a cambio le pidió un último favor, que se dejara hacer un retrato por un dibujante muy famoso de allí. Cuando el retrato estuvo hecho él se lo mostró colgado en el salón de su apartamento. Así terminó aquel romance veraniego entre lujo y frivolidad, para ella, había sido una experiencia de la que había aprendido, era su vida, su camino, una elección más...